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Entrevista Ana María Gutiérrez, Premio a la Cooperación 2020 COM Cantabria “Lo poco que funciona en países muy pobres es, muchas veces, gracias al esfuerzo de los cooperantes”
La médico y religiosa misionera cooperante, Ana María Gutiérrez, es la ganadora del Premio a la Cooperación Fernando de la Torre del COM Cantabria de este año
Ana María Gutiérrez Martínez, que estudió en la Universidad de Cantabria, es médico general, religiosa Esclava del Sagrado Corazón y misionera cooperante. Una labor que lleva más de 12 años desarrollando en Camerún y en la República Democrática del Congo que este año ha premiado el Colegio de Médicos de Cantabria con su galardón a la Cooperación Fernando de la Torre. Hoy recogerá el reconocimiento que tiene claro que no es para ella sola, sino “para todos los que trabajamos en países emergentes mejorando la vida de mucha gente”.
La doctora cántabra galardonada se ha trasladado de Camerún al Congo hace un año, “un país que es más pobre y más grande, solo en Kinshasa viven 22 millones de personas”. En la actualidad trabaja tres días a la semana en un hospital de Las Dominicas como médico general, pediatra y ecógrafa, y el resto del tiempo desarrolla su labor como superiora de su Comunidad Religiosa, formadora de las jóvenes que quieren ser esclavas y coordinadora de un colegio de 506 alumnos y de un centro social para mujeres analfabetas, 26 chicas de entre 14 y 30 años que aprenden francés y costura para poder valerse por sí mismas.
Con respecto a la realidad de la cooperación, es positiva, aunque también tiene claro que es muy difícil conseguir un estado de bienestar como el que disfrutamos aquí, pero asegura que parte de lo poco que funciona en los países en vías de desarrollo es gracias a los programas de ayuda. Y al preguntarle cómo se puede acceder a ellos, nos informa de la Fundación PROACIS (www.proacis.org) que promueve el voluntariado porque “se necesitan sanitarios, formadores o profesores. Y también me piden mucho personas que sepan logopedia porque hay niños que tienen problemas y no se les diagnostican”.
-Médico, monja y misionera. Muchas vocaciones que parecen compatibles ¿lo son?
Creo que sí son compatibles, todas son vocaciones de servicio, hice medicina para servir a los demás y en los últimos años decidí que esa vocación de servicio también la iba a desarrollar como religiosa. En nuestra congregación, Esclavas del Sagrado Corazón, somos 6 médicos, y cuando te mueves en el Tercer Mundo te vas encontrando con más, aunque no es tan habitual. Tener la carrera y la vocación no es frecuente pero es compatible.
-La medicina ha cambiado mucho en Occidente ¿también en África?
Han cambiado mucho los métodos diagnósticos. Hace 10 años no había aparatología y en la actualidad hay ecógrafos, se pueden hacer radiografías y hasta hay hasta algún escáner, algo que hace una década era impensable y ha cambiado muchísimo. Sin embargo, allí todo se paga, el paciente tiene que pagar por todas las pruebas de salud, y estamos en un medio sociológicamente pobre donde no hay posibilidad para que la gente se pague las pruebas, pero sí se puede decir que se hacen más diagnósticos que antes, ahora se ve más cáncer, por ejemplo, y puede ser que haya subido la incidencia, pero también vemos más porque hay más métodos diagnósticos. Aunque hay que tener en cuenta que la realidad ante un diagnóstico de cáncer es dura porque no se pueden permitir un tratamiento de radioterapia, si es que la hay, y la quimioterapia que se aplica es la que podía existir aquí hace 30 años
Vivimos en un mundo global pero en el que las diferencias cada vez se muestran más. África es un continente olvidado con un abismo tecnológico y de tratamientos, esa “brecha” es cada vez mayor. Si hubiese interés de los países más pudientes y la colaboración de los países africanos, podría solucionarse pero es complejo. Habría que sanear la corrupción por ambas partes y crear unas medidas para controlar las ayudas, porque ayudas hay pero en Camerún, por ejemplo, de cada tres trillones que llegan al país del Fondo Monetario Internacional para erradicar el SIDA, solo llega uno a los enfermos. La corrupción es un freno terrible para poder avanzar.
-¿Cree que la medicina se ha deshumanizado?
Creo que sí, ahora que vivimos la pandemia ha sido un momento clave para ver que estamos muy deshumanizados, en el siglo XXI tenemos medios para no permitir que los mayores mueran solos y no los hemos sabido gestionar. Creo que es momento de releer lo que hemos hecho y aprender: debemos apostar por una atención personalizada, por la atención a las familias, y permitir tener un familiar cerca en el momento de la muerte.
-El Covid-19 no ha afectado tanto en los países africanos como en Europa ¿por qué puede ser?
Creo que es porque la población es muy joven, el 60 por ciento tiene menos de 30 años, y es una población muy fuerte, acostumbrada a luchar contra virus y parásitos, que puede generar cierta inmunidad. Además, ellos han respetado muchísimo las medidas de seguridad y en todos los viajes internacionales han pedido PCR o test para entrar y salir del país.
– El mundo actual está muy vinculado al consumo y lo material, sin embargo parece que el voluntariado aumenta ¿cuál su opinión?
Es verdad que yo siempre he tenido muchos voluntarios que se ofrecen en la Misión, aunque sea para periodos cortos, aunque también hemos tenido de dos años. Creo que todo ser humano tiene la sensibilidad de combatir la pobreza ajena, y los momentos de crisis nos hacen descubrir lo esencial y te planteas hacer algo por los demás. Es un hecho que hay más voluntarios. Para mí es una enorme satisfacción y una gran ayuda. Y el temas de las campañas es fundamental, el que vaya un grupo de especialistas que vengan a operar, o un grupo de dentistas, para mí es buenísimo. Son especialidades que allí no son fácilmente accesibles.
-El Colegio de Médicos le ha concedido su Premio Anual de Cooperación ¿Qué supone para usted?
Estoy muy agradecida al Colegio y supone el reconocimiento no solo a mi, sino a mucha gente que trabaja en países emergentes y intentamos un trabajo en equipo para mejorar las condiciones de mucha gente.
-¿Cuál es el estado de salud de la cooperación de los países desarrollados con los que están en vías de desarrollo?
Queda muchísimo por hacer. Hemos avanzado en muchas cosas pero hay mucha gente que no tiene acceso ni al agua potable, en la capital del Congo el 40 por ciento de las personas no tiene acceso a agua potable, y muchos son niños. Ellos son felices con mucho menos que nosotros, no tienen nada y son felices pero cuando llegan dificultades, como la enfermedad, son muy sensibles y dicen que si vivieran en España o en otro país rico no se morirían. La solución es que los países con medios invirtamos allí, es muy fácil decir que no queremos inmigrantes, pero para evitar que estas corrientes migratorias hay que invertir en los países pobres.
–¿Sus proyectos a medio y largo plazo?
La experiencia te da una visión de la vida más realista. Yo creo que en este momento nuestra aportación es humilde pero efectiva, y, para mí, pasa por formar el personal local y crear infraestructuras locales, este objetivo es muy interesante. Y tenemos que menguar nosotros para que ellos crezcan, dar poder a la gente de allí, ir creando centros de salud, formar a los jóvenes. Esa es nuestra misión.