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El vapeo: un riesgo en salud para toda una generación

Cada año, el 31 de mayo, celebramos el Día Mundial Contra el Tabaco, una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) destinada a destacar los riesgos asociados al consumo de tabaco y promover políticas eficaces para reducir su consumo. En esta ocasión, es crucial poner el foco en una tendencia alarmante que ha ganado terreno especialmente entre los jóvenes: el vapeo.

El vapeo o el uso de cigarrillos electrónicos ha sido ampliamente promovido como una alternativa menos dañina que el tabaco tradicional. Sin embargo, distintos estudios desmienten esta percepción. A pesar de la falta de combustión, los líquidos utilizados en los cigarrillos electrónicos contienen nicotina, sustancias químicas aromatizantes y otros compuestos tóxicos que pueden tener graves repercusiones en la salud.

En los últimos años, la industria del tabaco ha ampliado y reorientado su negocio con la promoción de productos de tabaco calentado y de cigarrillos electrónicos. Tal y como advierte el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), la industria de estos nuevos productos está distorsionando la evidencia científica mediante la utilización sesgada y unilateral del término de “reducción de daños”, concepto originario de la salud pública. Así, presentan sus productos como estrategia individual para reducir el daño, incluso para dejar de fumar, sin una gran evidencia científica o empírica de ello y sin tener en cuenta las implicaciones para la salud de la población general que esto conlleva.

Pero, sencillamente, esto no es así. Entre el 60-90% de usuarios siguen consumiendo de forma dual tabaco convencional y cigarrillos electrónicos, por lo que la adicción y el riesgo real no se reduce ni sustancial ni significativamente.

Una moda peligrosa entre los jóvenes

El vapeo ya es más común que fumar cigarrillos entre los jóvenes, según un nuevo informe coordinado por la Universidad de Glasgow y encargado por la Organización Mundial de la Salud. Este documento se hace eco de investigaciones que han revelado que la popularidad del vapeo entre los jóvenes ha aumentado en los últimos años. El número de niños que experimentan con vapeadores aumentó del 7,7 % en 2022 al 11,6 % en 2023, según una encuesta realizada por la organización benéfica antitabaco Ash.

Esta tendencia se refleja a nivel global, donde el atractivo de los sabores y la percepción de menor riesgo ha captado a una generación que, en muchos casos, nunca había fumado tabaco convencional. La percepción de que el vapeo es seguro está muy extendida entre los jóvenes. Otro estudio, en esta ocasión realizado por el National Institute on Drug Abuse, encontró que muchos adolescentes no creen que el vapeo sea peligroso. Esta falta de percepción de riesgo es alarmante dado que la exposición a la nicotina durante la adolescencia puede afectar el desarrollo del cerebro, especialmente en áreas relacionadas con la atención, el aprendizaje y la memoria.

Si nos centramos en los efectos del vapeo en la salud respiratoria, éstos son cada vez más evidentes. Un análisis de los datos de Centers for Disease Control and Prevention (CDC) reveló que el uso de cigarrillos electrónicos está asociado con un aumento de las enfermedades pulmonares crónicas, incluyendo el asma y la EVALI (lesión pulmonar asociada al uso de productos de vapeo), que lógicamente pueden tener un impacto duradero en la calidad de vida de los jóvenes.

A todo esto, debemos sumarle que, en plena época de la infoxicación y la viralización de contenidos, estos nuevos productos se están promocionando agresivamente en jóvenes usando estrategias de marketing a través de, entre otros, redes sociales y eventos multitudinarios para jóvenes, contratando para ello a influencers con miles de seguidores, con estrategias inusitadas de relaciones públicas.

Para combatir esta nueva amenaza, es esencial implementar políticas eficaces que regulen el acceso y la publicidad de los cigarrillos electrónicos. Un estudio publicado en Tobacco Control sugirió que las restricciones en la comercialización y el aumento de la edad mínima para la compra pueden ser medidas efectivas para reducir el vapeo entre los jóvenes.

Pero una vez más, la educación en salud y las campañas de concienciación son igualmente cruciales. Informar a los jóvenes sobre los verdaderos riesgos del vapeo, utilizando evidencias científicas, puede ayudar a cambiar la percepción pública y desalentar el inicio de este hábito y en esa tarea tenemos que implicarnos todas las profesiones sanitarias, administraciones, pacientes y sociedad en su conjunto.

La evidencia indica que para controlar esta epidemia no debemos confiar en los nuevos productos de las compañías tabacaleras, sino en medidas más efectivas como aumentar los impuestos al tabaco, implementar empaquetado neutro, prohibir completamente la exhibición y publicidad de productos en los puntos de venta, expandir las zonas libres de humo y vapeo, y aumentar la disponibilidad de asistencia sanitaria efectiva para los fumadores.

Hoy, en este Día Mundial Contra el Tabaco, es imperativo reconocer y abordar el creciente problema del vapeo, especialmente entre los jóvenes. La protección de la salud pública requiere un enfoque multidisciplinar que incluya políticas regulatorias, campañas educativas y un compromiso continuo con la investigación científica para comprender plenamente los impactos a largo plazo de esta práctica.

El vapeo no es una alternativa segura al tabaco y puede tener consecuencias graves y duraderas para la salud. La moda del vapeo, impulsada por una percepción errónea de seguridad, está poniendo en riesgo a una generación. Es responsabilidad de todos trabajar juntos para combatir este problema y proteger el futuro de nuestros jóvenes.

Dra. Rosa Arroyo

Vicepresidenta segunda de la Organización Médica Colegial