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El doctor Fernández Viadero apuesta por fomentar medidas preventivas orientadas al envejecimiento activo y saludable
El geriatra y presidente de la Sociedad Cántabra de Geriatría y Gerontología «Gregorio Marañón», intervino en la Academia de Medicina en donde habló sobre el Envejecimiento y cronicidad, al tomar posesión como miembro
El doctor Carlos Fernández Viadero tomó posesión como miembro de la Real Academia de Medicina de Cantabria en donde el geriatra y presidente de la Sociedad Cántabra de Geriatría y Gerontología «Gregorio Marañón impartió la conferencia Envejecimiento y cronicidad. El geriatra del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla fue presentado por la doctora Ros Lasierra, Académica de Número de la RAMC.
Para el doctor Carlos Fernández Viadero “debemos afrontar el envejecimiento no como un evento estático sino como un proceso dinámico y cambiante. Es proceso tiene unas características que lo definen: es universal, es continúo y es heterogéneo”. Desde el punto de vista biológico el envejecimiento es un proceso complejo y acumulativo, cuya característica distintiva es la disminución progresiva de las funciones fisiológicas y de la capacidad de adaptación y respuesta.
Además de las posibles influencias genéticas en el proceso, a nivel celular, el acortamiento de la parte final de los cromosomas, los telómeros, así como la acumulación de daños en el ADN, el estrés oxidativo, y la actividad inflamatoria crónica leve, son característicos de las células durante el proceso del envejecimiento. Además, en diversos órganos y tejidos, aparecen mediadores inflamatorios y otros productos del metabolismo celular potencialmente perjudiciales, como radicales libres de oxígeno (RLO) y eicosanoides que favorecen la presencia de patologías y el proceso de envejecimiento.
Según explicó durante su intervención, desde el punto de vista demográfico, en España, en las últimas décadas, se ha producido un incremento de la esperanza de vida desde 74,95 años de media a finales de los años 70 del pasado siglo hasta 83,59 años en el año previo a la pandemia Covid. Según el INE la evolución de la proporción de personas mayores en la población tiene una tendencia ascendente: en 2020, el 21 % de la población tenía 65 años o más, frente al 16 % en 2001, lo que supone un aumento de 5 puntos porcentuales. Si nos fijamos más concretamente en el grupo de 80 años o más, su cuota era de casi el 6% en 2020, mientras que en 2001 era del 3,4 %, lo que significa que se ha prácticamente duplicado durante este periodo.
En relación con la Comunidad Autónoma, explicó que en Cantabria las cifras globales son similares, pero con variaciones según la localización geográfica, de forma que hay municipios del interior en los que el porcentaje de envejecimiento alcanza el 40% en la población femenina y el 30% en la masculina. Esta situación, a la que no es ajena el resto de países de nuestro entorno, progresará en el futuro próximo. Estimaciones recientes, para los 35 países más desarrollados del mundo incluida España, sostienen que en unos años hay una probabilidad real de romper la barrera de los 90 años en la esperanza de vida media de los mismos
No obstante, a nivel individual, aunque la mayoría de la población mayor conserva sus capacidades funcionales durante este proceso, hay grupos en los que aparecen con frecuencia varias patologías crónicas (Pluripatología) que suele ir acompañada de un importante consumo de fármacos, una mayor dependencia funcional y una mayor utilización de los dispositivos sanitarios, explicó el doctor Fernández Viadero.
Esta disminución de la capacidad funcional, con el paso de la edad, es muy importante. Aunque esto no implica intrínsecamente enfermedad, si favorece una mayor vulnerabilidad a los cambios y a entornos adversos. A medida que las personas se van haciendo mayores, la importancia de la enfermedad aguda sobre la funcionalidad, la morbilidad y la mortalidad va disminuyendo, cediendo el protagonismo a los procesos crónicos y a situaciones insidiosas, poco llamativas, como la sarcopenia y la fragilidad.
Asimismo, recalcó que la presencia de estos fenómenos junto a procesos degenerativos, básicamente osteo-musculares y neurológicos, presentes en un porcentaje elevado de ancianos, son responsables del deterioro y la incapacidad progresiva en el desempeño de las actividades de la vida diaria, tanto básicas como instrumentales. “Hay que tener presente que los datos científicos muestran que, ese deterioro funcional y las patologías crónicas asociadas a las personas vulnerables o durante el proceso de envejecimiento, se relacionan no sólo con la edad cronológica, sino también con otros factores extrínsecos o intrínsecos de las personas, entre los que destacan la fragilidad y la sarcopenia. Su presencia constituye un síndrome, clínico-biológico caracterizado por la disminución de la reserva funcional y de la resistencia frente a situaciones estresantes, y un declive progresivo y acumulado de los diferentes órganos y sistemas. Su relevancia se debe a que favorece una mayor vulnerabilidad y predice la aparición de eventos adversos graves en personas que lo presentan: institucionalización, caídas, deterioro de la movilidad, aumento de la dependencia, hospitalización y muerte”.
Por este motivo su adecuada identificación facilita la aplicación beneficiosa que sobre las mismas, fragilidad y sarcopenia, origina la actividad física y los programas de rehabilitación y terapia ocupacional, para desarrollar estrategias encaminadas a enlentecer o detener el riesgo de deterioro funcional y poder fomentar de forma realista el mantenimiento de la calidad de vida de las personas ancianas, o vulnerables, con patologías crónicas
Por estos aspectos se apuesta firmemente en la UE por el desarrollo de programas específicos, como el European Innovative Partnership – Active Healthy Ageing en el que el tema prioritario es la prevención de la fragilidad y del deterioro funcional.
Por lo tanto, aparece la necesidad de que los profesionales sanitarios integren los conceptos de sarcopenia y fragilidad en sus acciones clínicas y que se fomenten medidas preventivas orientadas al envejecimiento activo y saludable. Sabemos que no existe un tratamiento estandarizado eficaz para el envejecimiento, aunque es esperable que el avance de la biotecnología vaya aportando claves en las próximas décadas.
No obstante, en el momento actual medidas muy sencillas han demostrada enlentecer la velocidad a la que se desarrolla el proceso en personas adultas y ancianas más jóvenes. Estas medidas están relacionadas con los hábitos de vida y con la evitación en lo posible del estrés. En el ámbito sanitario popularmente se habla de prevenir mejor que curar, a lo que se puede añadir que la mejor medicina es la actividad.
Por último, subrayó que es imprescindible realizar una actividad mantenida, tanto física como mental, que ayuda ralentizar los procesos de sarcopenia y fragilidad. Todo ello debe de ir acompañada de una dieta adecuada y equilibrada en la que figuren las legumbres, las frutas y las verduras, el pescado azul, el aceite de oliva y los frutos secos, así como otros alimentos ricos en polifenoles y sustancias antioxidantes, todos ellos características de nuestra dieta mediterránea, que ha demostrado efectos muy beneficiosos para el envejecimiento y la salud en general.