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Día Mundial de la Obesidad Infantil “La prevalencia de la obesidad infantil está aumentado de forma alarmante, casi el 40 por ciento de los niños españoles de entre 3 y 8 años la sufren”
La doctora Cristina Naranjo, pediatra experta en obesidad infantil, analiza esta tendencia para el Colegio de Médicos el Día Mundial de la Obesidad Infantil que se celebra el día 4 de marzo
Si hablamos de obesidad infantil hay que tener claro que es “una enfermedad de grandes magnitudes y con una alta incidencia”, así la define la pediatra Cristina Naranjo, que trabaja desde el 2014 en la Unidad de Endocrinología Infantil de Valdecilla y maneja los alarmantes datos de la tendencia del sobrepeso infantil: “casi el 40 por ciento de los niños españoles con edades comprendidas entre 3 y 8 años la sufren, y la pandemia ha empeorado la situación porque este año de confinamientos y más consumo energético los niños y adolescentes de nuestro país han aumentado un 5 por ciento su peso corporal”.
La joven pediatra (36 años) destaca que la OMS considera la obesidad infantil como la epidemia del siglo y, lo mejor de todo, da soluciones al problema que pasan por la implicación de la Administración para tomar medidas urgentes y la concienciación de toda la sociedad.
Para situarnos con respecto a la obesidad infantil ¿cuál ha sido la tendencia en la última década?
Su prevalencia está aumentando de forma alarmante, convirtiéndose en uno de los problemas de salud pública más importantes del mundo. En nuestro país, un 34% de la población de entre 3 y 24 años sufre de sobrepeso u obesidad y casi el 40% de los niños de entre 3 y 8 años, según los datos del último Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE) publicado en 2020.
La OMS considera la obesidad como la epidemia del siglo XXI por las dimensiones que ha adquirido a lo largo de las últimas décadas y por su impacto sobre la morbimortalidad, la calidad de vida y el gasto sanitario de estos pacientes.
– Y después de un año de pandemia ¿qué datos se han registrado?
Si el aumento de la prevalencia ya era alarmante antes de la pandemia COVID19, este año lo ha sido aún más. Este año ha pasado factura en muchos aspectos y en la obesidad infantil también, siendo sin duda un claro agravante. Aunque nosotros no hemos realizado cálculos para cuantificar este aumento, puedo afirmarlo con convicción. La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) estima que después del confinamiento se ha producido un aumento medio del peso corporal en niños y adolescentes cercano al 5%.
En la consulta de endocrino infantil, por un lado, han aumentado las derivaciones desde atención primaria por sobrepeso y obesidad (que ya suponían una parte importante de nuestra actividad asistencial), y por otro lado, en la mayoría de los pacientes ya conocidos por nosotros hemos observado un empeoramiento de su sobrepeso.
La razón principal es que nuestra actividad física se ha reducido durante varios meses (al principio incluso tuvimos que quedarnos confinados en casa durante semanas) y sin embargo nuestra ingesta calórica no se ha modificado (o incluso ha aumentado, porque al estar más horas en casa hemos picoteado con mayor facilidad, hemos matado parte de la ansiedad vivida con la comida, nos hemos puesto el delantal para adentrarnos en el mundo de la repostería…), teniendo como resultado un excedente de calorías ingeridas que se han traducido en un aumento de peso desproporcionado a la talla.
Si analizamos las causas ¿hay muchas o se repiten en la mayoría de los casos?
Aunque es cierto que el sobrepeso y la obesidad infantil son enfermedades complejas y multifactoriales, en la mayoría de los casos (90-95%) se deben a un balance energético positivo, entre las calorías ingeridas y las consumidas. En otras palabras, el sedentarismo y la dieta inadecuada son las principales causas. Es un simple cálculo matemático, si se come más de lo que se gasta almacenamos el excedente en forma de grasa.
Y con respecto a los perfiles ¿qué niños y de qué familias son más obesos?
La obesidad infantil es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial, que se inicia en la infancia y la adolescencia pero que la mayoría de veces se perpetúa en la edad adulta, y que se produce como resultado de una interacción genética (no todos tenemos la misma predisposición genética a tener obesidad) y ambiental. Nuestra genética a día de hoy no podemos cambiarla, así que vamos a centrarnos en la parte ambiental.
Dentro de estos factores ambientales encontramos en primer lugar el moderno entorno “obesógeno” (sedentarismo, horas de pantallas, comida precocinada, refrescos…), pero hay otros factores de riesgo importantes como tener padres obesos, el peso materno preconcepcional, la ganancia de peso durante el embarazo… Y me gustaría resaltar como factor protector la lactancia materna.
– ¿Qué se debe hacer con los niños obesos?
Las intervenciones dirigidas a promover conductas saludables, como una dieta equilibrada y la realización de ejercicio físico, han mostrado resultados esperanzadores en varios estudios.
Pero, para que estas maniobras dirigidas a promover conductas saludables resulten efectivas, es imprescindible concienciar a la población de la magnitud del problema, poner en marcha programas de prevención eficaces, y diagnosticar y actuar sobre estos pacientes con indicaciones claras y unificadas.
– ¿Cuál es el futuro más probable de la salud de un niño obeso?
El sobrepeso y la obesidad desarrollados en la infancia y adolescencia tienen una fuerte tendencia a persistir en la vida adulta, y está ampliamente demostrado que el exceso de peso en la edad adulta y reduce las expectativas de vida debido a la comorbilidad asociada, por lo que la prevención desde la infancia es prioritaria.
– ¿Crees que tenemos una sociedad que alienta la obesidad infantil y que posteriormente excluye a las personas obesas?
Creo que queda mucho camino por andar. Hace años que la sociedad “moderna” alienta a la obesidad infantil creando un entorno “obesogénico”, pero es responsabilidad de todos, no podemos echar todos los balones fuera. ¿Qué niño no tiene una tablet a día de hoy? ¿Por qué regalamos en Navidades un patinete eléctrico a nuestros hijos adolescentes en lugar de uno convencional? ¿Qué niño no ha comido alguna vez un paquete de snacks o gominolas? No todo es culpa del sistema, si bien es cierto que nos incita parte de la responsabilidad también es nuestra.
Y sí, hasta que no haya un plan eficaz contra la obesidad en nuestra sociedad, creo que estos niños y adolescentes se sienten excluidos y fuera de juego en muchas ocasiones.
– Crees, por lo tanto, que la sociedad aún no está concienciada de la importancia del «autocuidado”…..
Estamos mejorando en este aspecto, cada vez nos preocupa más nuestra imagen y nuestra salud, pero nos gustan los caminos fáciles con resultados rápidos. Somos una generación educada con la ley del mínimo esfuerzo, y aun hay personas que creen que se puede perder peso con una pastilla o en una semana con una dieta “milagro”. Siento decepcionarles, pero no es así.
Se trata de adquirir hábitos de vida saludables, combinando una dieta saludable y el ejercicio físico, que debemos mantener a lo largo de toda nuestra vida. Por supuesto, esto no significa que no podamos comer una pizza con los amigos una tarde o hacer una maratón de cine tirados en el sofá un día gris de invierno…, significa que nuestro día a día debe ser saludable para poder permitirnos estas excepciones, pero es importante no perder el matiz de excepciones. Si todos los días bebo un refresco o como una chocolatina, dejará de ser una excepción, y empezará a ser perjudicial para mi salud.
– Para terminar, dinos a grandes rasgos qué debería hacer la Administración y la sociedad para evitar la obesidad infantil.
La Administración tiene un papel fundamental en conseguir terminar con nuestro entorno obesógeno, que es el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de la obesidad infantil. Pero para empezar a luchar contra la epidemia de la obesidad infantil se necesita como base un compromiso político firme y real, sin excusas ni demoras. Y con este firme compromiso, que sería una base sólida, podrían empezar a diseñar y construir un plan de lucha eficaz.
Para ello, también sería necesario que se asesoren con expertos que trabajamos día a día con niños y adolescentes con obesidad y preguntarnos cuál es la realidad de nuestra sociedad, nuestros puntos fuertes y donde vemos una mayor carencia y debemos de actuar con mayor prioridad. A grandes rasgos, si me preguntasen, diría que hay que empezar por reconocer que la obesidad es una enfermedad, una enfermedad de grandes magnitudes y con una alta incidencia, concienciar de ello a la sociedad y hacer campañas de promoción de la salud, crear entornos saludables en nuestra sociedad (los planes urbanísticos deberían contemplarlo) y conseguir accesibilidad a opciones dietéticas más saludables para todos los niños y adolescentes (y la solución para esto último no es subir los impuestos de las bebidas azucaradas, sino dar ayudas a las industrias de alimentos saludables)